Se acaba un día que, sin duda, ya es uno de los más intensos de todas estas vacaciones, y uno de los más inolvidables que he tenido la suerte de vivir. Lo que en un principio estaba destinado a ser una visita por Petra, por mor de una equivocación de autobús, se ha acabado convirtiendo en una continua sucesión de experiencias, todas ellas de un calibre tal, que por sí mismas, por separado, ya resplandecerían como un eminente recuerdo durante semanas y meses. Así que vivirlas todas en un mismo día me provoca un estado de regocijo total.
El monte Nebo, la Tierra Prometida, el hogar de Moisés, el río Jordan y el lugar bautismal de Jesucristo, los beduinos, reposar en el mar Muerto, montar en camello, visitar a un personaje real, y acabar con una majestuosa cena en un salón no menos excelso. Y todo ello, además, rodeado de buenos amigos. Un día, uno más, para recordar.
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