En nuestro trayecto por el valle de la Bekaa vemos algo que nos resultará cotidiano durante los próximos días: check-points en la carretera, puestos de control gestionados por militares, ya sea uno o varios; aunque en ocasiones no hay nadie allí, simplemente están desiertos. Se encuentran en unas garitas de dimensiones no superiores a las antiguas cabinas telefónicas españolas, y desde allí asoman sus semblantes aparentemente muy aburridos. Ahmad les saluda, les desea un buen día en el idioma local, que a estas alturas ya he comprobado que es el árabe, pese a los ciudadanos pijos libaneses que hablan principalmente francés. Y el militar nos deja pasar. En ocasiones incluso bromea con ellos. También nosotros nos acostumbraremos a su presencia, aunque en un primer momento nos dio un poco yuyu el verlos en la carretera.
Ya hemos pasado varios controles, esto está tirado, las iniciales preocupaciones sin fundamento dejan paso al interrogante de qué les dirá Ahmad, qué broma o chanza compartirá con los militares. Así que nos sorprende cuando uno de ellos nos conmina a que desviemos el coche hacia un lado, y allí otro militar nos pregunta, o más bien le pregunta a nuestro piloto que es el único que sabe árabe. Éste le dice que somos españoles, que venimos en son de paz, que sólo vamos a hacer un poco de turismo y todo eso que supongo debe decirse en estos casos. El militar nos pide documentación. Se nos queda cara de tontos. Nos hemos dejado los pasaportes en la casa de la montaña, hemos salido disparados y no hemos siquiera pensado en algo tan trivial como llevar cierta documentación para pasear por un país tan militarizado y controlado por facciones diferentes.
Por mi parte no estoy preocupado en absoluto. Si me midiera las pulsaciones ahora mismo creo que el número de éstas sería más bajo que el de Indurain en reposo, o el de Butragueño en plena actividad. La víspera decidí no preocuparme durante este viaje, dejarme llevar, así que ahora unos militares no van a provocar en mí ningún desequilibrio interior en modo de nerviosismo o exaltación histérica. Simplemente confío en baba Ahmad…
Claro que él tampoco ha traído documento alguno. Bueno, don’t panic, pasamos al plan B, esto es, rezar a la virgen de Begoña. Pero Carlos sí ha traído pasaporte y Álvaro el d.n.i. El caso es que a los militares les debemos de dar pena porque nos dejan pasar. Por esta vez, salvados. ¿Y la siguiente? Durante el resto de la mañana y tarde no nos vuelven a parar, ni durante los días siguientes. Eso sí, ya a nadie se le olvidará llevar consigo el pasaporte.
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