En la distancia ya hemos visto la cúpula de oro.
Aparcamos cerca de un mercado. En seguida distinguiremos las señales chiiés de las que Walid nos ha hablado, sobre todo en las mujeres. Sus atuendos negros cubriéndolas casi totalmente me llaman la atención.
Compruebo que la majestuosidad que aparenta esta mezquita desde lejos, resulta más notoria a medida que nos acercamos. Sus minaretes, la cúpula dorada que sigue impresionando; ya hemos llegado a la entrada.
Ya he visitado varias mezquitas antes y sin embargo a estas alturas, ésta me impone mucho respeto. Quizá por ser chií o por el incongruente derroche de su edificación. O por la gente que veo entrar. Entramos nosotros también.
Carlos y yo vestimos pantalón corto, y nos arriesgamos a que no nos dejen pasar. En cualquier caso los dos nos los estamos bajando, como si fuéramos raperos, para cubrirnos las rodillas. Aunque temo que en cualquier momento alguien nos llame la atención y nos quedemos sin ver el interior de esta mezquita, nadie nos lo impide.
El patio está bien, el minarete más aún. Me siento extraño, algo cohibido allí. Y eso que todavía no hemos visto lo más impresionante del templo.
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