jueves, 11 de agosto de 2011

El río sagrado (2)

Dejamos atrás el lugar donde San Juan Bautista procuró el bautismo más conocido del cristianismo. Seguimos por un estrecho sendero, casi sin darnos cuenta del sofocante calor que nos cae. El final de la ruta es el más emocionante de todos, al menos para mí. Tras pasar por una bonita a la par que antigua iglesia, nos encontramos en la zona del río en la que el turista puede acercarse.


Al llegar, bajando unos escalones de madera hay una pila bautismal con agua que supongo es del río. Sin embargo no me paro ahí, continúo. En un momento veo de cerca el río Jordan. Desde una barandilla contemplo un río que tan vilipendiado ha sido, que como nos es explicado por el guía, fue mancillado en su caudal para obtener ventajas logísticas de los israelíes contra sus enemigos. En suma, un río sagrado que además de para bautizar a Jesucristo también fue utilizado para fines belicosos.
Al otro lado, a escasos metros se encuentra la frontera israelí. Veo su bandera otear, y a dos soldados también. Un río, unos pocos metros separan el mundo árabe de otro país al cual me resulta difícil calificar.


Bajo los apenas cuatro escalones que llegan hasta el Jordan. Me descalzo, la madera arde por el sol, me siento e introduzco los pies en el río. Resulta complicado de explicar el sentimiento para alguien que no crea, para un turista cualquiera que venga aquí sin ninguna inquietud, únicamente como parte de un paquete de viaje ya programado por la agencia. Me siento acongojado, pienso en alguna gente, les recuedo y deseo creer que aquel río me dará algo especial, no sé qué. Quizá esperanza.
Durante escasos minutos, que me hubiera gustado fueran horas, estoy en contacto con el Jordan, con un río sagrado.


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