lunes, 1 de agosto de 2011

Saludando a la historia

El trayecto hacia Baalbek nos ofrece principalmente dos perspectivas visuales, según se prefiera mirar a izquierda o derecha de nuestro vehículo motor. A la derecha, las vistas son interesantes, paisajes del valle de la Bekaa. A la izquierda, la carretera, en la cual las innumerables banderolas amarillas, una en cada farola, nos muestra claramente quién manda en toda aquella zona. Procuro discernir alguna farola sin bandera amarilla pero fracaso en el intento. Esto y la cantidad de imágenes de ‘mártires’ y líderes adosadas también a farolas, edificios, o donde quepan pancartas de cierto tamaño, nos hace plantearnos una pregunta, de las pocas trascendentales que nos formulamos en todo este viaje. Con el enorme gasto económico que habrá supuesto tal cantidad de idolatría pública hacia la gente de esas organizaciones, ¿no se podrían haber construido edificios de ‘interés general’, como colegios, hospitales, etc.?
Llegamos a Baalbek, donde los signos chiitas son más evidentes si cabe. Allí nos esperan ruinas romanas que se cuentan entre las más importantes del mundo mundial. Casi todo está roto, es cierto, pero es muy grande…
De camino a la entrada principal nos paramos en un patio de una iglesia donde una elegante fuente nos reclama para sacarnos una foto, vemos unos camellos descansando, o quizá dromedarios, sacamos más fotos producto de la exaltación que nos provoca el estar allí, en un país desconocido, prestos a imbuirnos de una parte de la historia antigua. Aunque, antes de eso, hicimos lo más inteligente y saludable. Un acto que se repetiría un sinfín de veces en las próximas semanas. Compramos una botella de agua fresquita. En un primer momento salimos de vacío de una tienda por el excesivo precio de la botella, comprándola en el segundo establecimiento al que entramos. Esta preocupación por nuestra economía se convirtió en una simple anécdota, dado que desde entonces ya no volveríamos a plantearnos precios de las botellas de agua. Tal era la necesidad en pleno agosto, que incluso aquella botella a precio de oro en Petra, junto al monasterio, nos pareció bien pagada.

Aquel ‘patio’ inmenso, aquellos restos del templo de Júpiter, o el enorme templo de Baco. Aquella historia a la que estábamos saludando muchísimos siglos después. Baalbek sería el primero de nuestros destinos puramente turísticos. La primera de las ruinas que visitamos. El primero de aquellos bochornos que el sol nos arrojaría y que al menos en esta ocasión no dejó sus réditos en forma de deshidratación.




Al salir de las ruinas paseamos un poco por la zona, nos saludó algún nativo que hablaba algo de español, pasamos por el hotel Palmyra sin darle mayor importancia, nos fijamos una vez más en las banderolas verdes y amarillas y en sus imágenes. Y partimos rumbo a Anjar, nuestro siguiente destino.

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