Tras un rato de espera en el hall, toca irnos a una ventanilla para no árabes. Ahí un empleado nos da unos impresos para que los rellenemos, lógicamente en inglés. Nos da a todos menos a Carlos. Nos extraña, y cuando se los devolvemos cumplimentados al funcionario, Álvaro le pregunta si a Carlos no le tiene que dar otro formulario. Le contesta que no es necesario. Sin embargo un buen rato después nos preguntará otro funcionario por qué no ha entregado nuestro compañero la dichosa hoja.
Nos dicen que ya nos llamarán, así que nos sentamos en la sala de espera. Y nos dedicamos a observar, y a esperar.
La sala de espera de allenby pronto se convierte en el recinto de la desesperación. Nos da tiempo para observar bastantes cosas, sobre todo, la estupidez.
La sala de espera de allenby pronto se convierte en el recinto de la desesperación. Nos da tiempo para observar bastantes cosas, sobre todo, la estupidez.
Continúa haciendo frío, a pesar de estar en pleno agosto. Se les ha pasado la mano con el aire acondicionado, y puede que ninguno de los funcionarios sea capaz de regularlo.
Hay funcionarios por todas partes, trabajadores vemos pocos. Sobre una alta silla una chica da papeles con un número para acceder a las diferentes ventanillas, o al menos a las de no árabes. Ya cogimos el nuestro y cumplimentamos la documentación requerida. Estamos a la espera de que nos llamen para darnos los pasaportes sellados, los cuales han trasladado a una oficina.
Vemos que cada cierto tiempo, no mucho, puede que menos de una hora, se marcha la persona que está sentada en la silla dando números, y otra le releva en tan cansina tarea.
También comprobamos que otra oficina tiene la puerta abierta, y que las personas que acceden a su interior están sentadas en un sofá, escribiendo algo en su móvil, o navegando por internet. Podría aseverar que no se les ve muy estresados precisamente.
Vemos así mismo, un par de mujeres marcharse, y al cabo de cierto rato volver con bolsas de la tienda. A otro funcionario comiendo patatas fritas... En suma, compruebo que el funcionariado de esta aduana de allenby se siente relajada. Esto me congratularía, si no fuera porque llevamos un tiempo considerable esperando a que pongan unos sellos para poder entrar en su país, y porque junto a nosotros una multitud de árabes están esperando lo mismo.
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