Llegamos al Siq, al sendero entre montañas que nos llevará hasta la ciudad de la piedra. Comenzamos un paseo que me seguirá dejando boquiabierto a cada paso, en cada mirada, con cada color que la historia ha pintado en la piedra. Aún no hemos llegado realmente, y el viaje y el caro precio de las entradas ya merece la pena.
Seguiremos andando y el sendero nos llevará junto a un manantial ya seco, o un basto espacio usado como cisterna de agua por los antiguos. Nos cruzaremos con estrechos carros transportando turistas. Y al final del Siq, encontramos una luz entre las montañas, una visión que algunos turistas quieren inmortalizar mediante sus cámaras de fotos.
Si ante todo lo anterior seguramente me había quedado absorto, ante esta silueta luminosa ya me quedé, posiblemente, petrificado. Mas decidí acercarme, y a cada paso la silueta se extendía, y finalmente el lugar que se divisaba entre las montañas del Siq apareció en todo su esplendor. Habíamos llegado a Petra.
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