Agradecemos de antemano a Walid todas las molestias, las que ya se ha tomado y las que quedan aún. Nos lleva a un mirador desde el que apreciaremos una espectacular vista de Damasco. Me quedo atónito.
No tengo palabras, sorprendido, alucinado, anonadado, atontado, o cualquier otra palabreja acabada en do. Damasco es una ciudad bestialmente grande. Se me antoja que aquí hay más millones de habitantes de lo que nuestros libros nos han contado. Se lo preguntamos a Walid, le hace gracia. Nos muestra la zona donde se encuentra el barrio de los desheredados, de aquellos que no cuentan para la sociedad. Sólo allí vive, o sobrevive, una inmensa población. No esperaba algo así. Aún sigo estupefacto cuando nos vamos de allí.
Nuestro próximo destino es una mezquita chii de gran importancia. El trayecto en coche se hace ameno. Walid no sólo nos va informando sobre los lugares de interés turístico por los que pasamos, sino que además nos detalla curiosidades de la vida en esta ciudad. Especialmente curiosas son sus disquisiciones sobre 'el lehendakari'.
Tras unos minutos en que mis sentidos tratan de captarlo todo, lo que veo fuera del coche y lo que nos cuenta Walid dentro de él, llegamos a la mezquita. Lo que vamos a contemplar me dejará todavía más pasmado que la anterior vista de Damasco. Sí, aún más.
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