Tras salir de la gran mezquita omeya, entramos en el zoco que se encuentra prácticamente al lado. El lugar resulta más 'occidental' que los que vimos en Líbano, aunque sus enseres siguen pareciéndonos peculiares. Allí hay de todo y nuestras economías pugnan por salir de los bolsillos. Conseguimos contenernos, aunque al salir nos encontramos con un mercado. Lo cruzamos, y nos paramos en el lugar donde hemos quedado con el chófer para que nos recoja.
Marchamos, supongo que las prisas que nos acucian están motivadas por la cantidad de cosas y lugares que aún nos quedan por ver. Mas no es así. Paramos, aparcamos, o más bien es el chófer quien lo hace, y entramos en una pastelería.
Desconozco cómo serán el resto de pastelerías de Damasco, pero ésta parece claro que tiene cierta reputación. Según se nos informa a continuación, es un buen local. Allí compra Walid un montón de cajas de dulces varios. Me llama la atención cómo son empaquetadas las cajas, en bolsas elegantes que dan cabida a cuatro de ellas. Y cada caja es de 1 kilo. O sea, nos llevamos de la pastelería un porrón de dulces. Estoy alucinando.
Siguen las prisas, aún continúo creyendo que es por todo lo que nos queda por ver en Damasco. Mas sigue sin ser así. El chófer nos deja. Cogemos unos taxis y abandonamos esta maravillosa ciudad. Me ha fascinado, y eso que ha sido una visita express. No pregunto pero me parece evidente que ya vamos de camino a Jordania, nuestro próximo destino en estas vacaciones. Es un rato después cuando Walid me explica que era más prudente salir de la ciudad antes del anochecer, cuando por allí comienzan los disturbios que se ven por la televisión. Precisamente el mercado que dejamos hace escasamente unas horas es donde se reúnen uno y otro bando para dirimir sus diferencias, para expresar de una manera harto contundente sus pareceres.
Llegamos a la frontera, aquí no habrá mayores problemas, como tampoco los hubo al entrar en Siria. Vamos bien acompañados, y ello no tiene precio. Como tampoco lo tiene la puesta de sol que nos alcanza en aquel lugar en alguna parte entre Siria y Jordania, en la frontera que separa al país en conflicto con la nación occidentalizada que vamos a visitar durante los próximos días.
Esperando en una aduana, bajo ese impactante cielo, pienso ya con algo de nostalgia que hemos dejado atrás una ciudad de cuento, un nuevo lugar donde inventar mil y una noches.
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