martes, 2 de agosto de 2011

La ciudad omeya

Ya estamos en Anjar, en la antigua ciudad omeya. Antes que nada, compramos una botella de agua, que el sol abrasa. Nos vamos a freír como los huevos que algunos han desayunado por la mañana.
Tras una primera parte del día tan gratificante, con los lugares tan especiales que hemos visitado, las ruinas de Anjar, aún siendo únicas, incluso comprendiendo la importancia que representan en  Líbano, y en el valle de la Bekaa en particular, me saben a poco. Quizá no sea más que el cansancio o el calor, pero considero que el camino recorrido durante este día ha sido más interesante y productivo que el destino.



Antes de regresar a casa pasamos por Zahle. Me gusta. Quizá sea porque es el lugar más aparentemente 'occidental' que hemos visto hasta ahora, quizá por su galería de comercios, por el riachuelo que pasa por allí, quizá por la satisfacción de probar tan deliciosos helados en un momento de la tarde en que el apetito ya nos afecta, quizá por sus vistosos dulces en los tenderetes, sus palomitas muy baratas, o por sus máquinas recreativas del siglo pasado. Por cualquiera de esas razones, o por todas ellas, me siento atraído por aquel lugar, por aquella ciudad turística, y me resulta ingrato tener que marcharme tan prontro de allí.
Partimos hacia la casa de la montaña. Y ello ya constituirá una nueva aventura...


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