jueves, 4 de agosto de 2011

La mezquita azul

Ya hemos vuelto a Beirut. En el camino de vuelta hemos comprado pan y unos pastelitos, que deglutiremos con pasión casi desenfrenada, al menos en mi caso.
Ahmad ha ido a romper el ayuno en la casa de su padre, Alvaro y Marivi se quedan en casa y Carlos y yo salimos a descubrir algo de la ciudad. En esta ocasión seguiremos un itinerario específico y secuencial para que no haya pérdida posible. Nos dirigimos al Downtown, el centro de la ciudad.
Por el camino nos encontramos la línea verde que separó el Beirut musulman del cristiano durante la guerra, también unos cuantos bares que nos llaman la atención, y pronto vemos al fondo la mezquita Al-Amin. Sus cúpulas azules, imitando a la de Estambul, sus minaretes, su grandilocuencia. Sencillamente, impresiona.
Cruzamos el semáforo para llegar hasta ella (uno de los pocos con los que nos encontramos en Beirut y en los cientos de kilómetros de alrededor). En realidad conviene correr para pasar a la otra acera, porque como cronometraremos más tarde, en dicho semáforo la transición entre el verde y el rojo es de aproximádamente, ¡6 segundos!


No entramos, aunque tampoco tenemos claro si podemos hacerlo. Esperamos a visitar la mezquita en otro momento con nuestros tres camaradas. Seguimos avanzando por la plaza de los Mártires, en donde vemos otro monumento típico de Ramadan.


Según pasamos la mezquita, junto a ésta, nos encontramos con una especie de tienda de campaña monumental. Nos quedamos mirando con extrañeza, y finalmente nos decidimos a entrar. Se trata de un mausoleo público de Hariri, el primer ministro asesinado unos años atrás. Aunque la estructura exterior nos resulta un tanto sórdida, el interior ya es otra cosa. Las flores, las fotografías suyas y de su familia, los guardas que custodian el lugar, todo ello le otorga un aspecto más solemne.
Como nos diría después Ahmad, este mausoleo permanece así todo el año, con los gastos que ello ocasiona, como un homenaje perenne a una figura pública importante en el país, que contaba con similar número de detractores que de partidarios.
Una de las construcciones que fueron financiadas por él es precisamente la mezquita Al-Amin, junto a la que está este lugar con su tumba; motivo por el que también es conocida como mezquita de Hariri, al igual que la que visitamos en Sidón.

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