Comenzamos la aventura. Conducir en Líbano lo es y lo comprobamos en seguida. No hay líneas de carril ni semáforos, las señales de límite de velocidad son puro adorno, el estado de las carreteras deja que desear. Aparentemente hay dos sentidos, uno de ida y otro de vuelta, mas entre estos dos se cuela quien quiere para adelantar, tanto en un sentido como en el otro. Basta con llegar antes que nadie para meterse por el medio y disponer de espacio entre los otros dos coches, lo que se comprueba cuando ya se está adelantando.
Primeramente vamos a una fuente a llenar garrafas de agua para casa, que no cuenta de momento con agua corriente. Para beber, siempre agua embotellada de las tiendas. Regresamos con el maletero del coche repleto de garrafas. Ahora a subirlas al tercer piso, y no hay corriente eléctrica, así que de ascensor nada, tendrá que ser por las escaleras. De vez en cuando hay cortes de luz, medida del gobierno para ahorrar energía. Y justo nos ha tocado.
Partimos. Nos dirigimos al valle de
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