Vaya contraste. Por la mañana vemos Sabra y Shatila y por la tarde nos trasladamos a Batroun, una población costera, donde pasamos unas horas en una playa privada, cumpliendo así el deseo de Mariví a este respecto.
La playa es de piedras, lo que ocasionará caídas diversas y algunos rasguños. Fuera del agua nos situamos en una mesa de un bar llamado Pierre and friends, bajo una sombrilla, donde además de tomar unos refrigerios, comeremos. Algunos probamos un surtido de pescado, la especialidad de la zona. En realidad nada especial, y además un poco caro. Los demás, los pequeñajos incluídos, hamburguesas.
Precisamente estos, los hijos de Ahmad, y el hijo de unos amigos de éste, se lo pasaron en grande en la playa, en el agua más concretamente. Alguno de nosotros bastante tenía con cuidar de que el más pequeño no se hiciera demasiado daño en un ambiente hostil como era la mezcla del empedrado con el oleaje.
Al atardecer volvemos a casa, Ahmad va a romper el ayuno, y a su vuelta saldrá de fiesta con Carlos. Ha sido éste un día bastante tranquilo en comparación a lo que hasta ahora nos había acostumbrado Líbano. Por la noche las impresiones que el campo de refugiados nos había causado aún se mantenían muy presentes.
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