Tras aquel largo paseo turistíco-espiritual, nos dirigimos a Hamra, donde en establecimientos de comida rápida pedimos unos falafel los unos, y unos bocadillos los otros. Y con ellos nos fuimos a la playa, a La Corniche, donde en una noche no especialmente calurosa (al contrario de lo que estábamos padeciendo aquellos días), nos sentamos en un banco, al lado de una playa privada, degustando con fruición aquella comida, mientras contemplaba un horizonte de agua y de luces.
Había sido otro de aquellos días muy intensos, aprovechado, exprimido desde la mañana hasta la madrugada siguiente. Viajar a dos de las ciudades más importantes de Líbano, ver sus antigüedades, un castillo, una fábrica del jabón, unos zocos, varias mezquitas; todo ello que por separado ya me hubiera resultado suficientemente interesante, lo habíamos visto en el mismo día. Pero por encima de todo, la visita a aquellas mezquitas había sido una experiencia extraordinaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario