Comenzábamos este último día completo en Jordania, con el transporte de nuestras maletas. Dado que nuestro avión partía desde Amman, que era una escala del trayecto Beirut-Madrid, y para evitarnos problemas con la facturación del equipaje, Ahmad decidió llevarlo a una oficina de la compañía aérea, para facturar con un día de adelanto. Me resultó curioso, aunque todo lo que fuera por seguridad y comodidad, bien estaba.
Cuando nos hubimos desprendido del equipaje, nos dirigimos hacia un destino que Ahmad omitió revelarnos, aunque sí nos había dicho que lleváramos bañador. En el trayecto, pasamos cerca del mar Muerto de nuevo y de la playa donde unos calcetines y la sal jugaron un papel protagonista. Nos pusieron una multa por exceso de velocidad. Y también circulamos por unas carreteras situadas en una orografía un tanto difícil. Pero al final llegamos.
La sorpresa que Ahmad nos tenía preparada era un centro de aguas termales, famoso por encontrarse en uno de los puntos más bajos del planeta (a 220 metros bajo el nivel del mar).
La primera piscina no tuvo demasiado éxito entre nosotros, básicamente debido a su elevada temperatura. En la segunda sí que disfrutamos. Allí algunos nos lo pasamos como enanos.
Fue una experiencia más en este viaje que ya llegaba a su fin.
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