Entramos en la sala de oración. Un pasillo bastante largo. Silencio. Lámparas colosales cuelgan del techo, mosaicos en los ventanales, columnas hercúleas, capiteles elegantes, alfombras inacabables. Susurros hacia La Meca. Pasamos junto al Mihrab, mi torpe vocabulario no acierta a utilizar palabras adecuadas que lo definan. Grandioso, por supuesto. Nos acercamos a otro pasillo, donde está el sepulcro de San Juan Bautista. Esta mezquita fue en su día un templo cristiano. Gente orando.
La luz verde que destila el interior del cenotafio me causa cierta sensación espectral, no sé si tanto por la luz en sí como por el conocer que allí reposa este importante personaje bíblico. También me recuerda a la kriptonita de Superman, pero éste es un sitio sagrado e intento desviar ese pensamiento de la mente.
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