Hacemos una parada para que desayunen los niños, aunque en realidad se convierte en un rato para que todos (excepto Ahmad, claro) acojamos con devoción unas ricas pizzas, que nos sentarán de maravilla. En aquel local de comida rápida, en algún lugar de una carretera que nos conducirá a Trípoli, seguiré comprobando que la comida aquí en Líbano sigue siendo buena, como mínimo.
Al igual que sigue siendo buena cualquier ocasión para que Mariví nos hable de sus negocios futuros en Líbano; esta vez de un gimnasio. Y como no podía ser de otra manera, los demás la animamos con un tajante: ¡Y nos forramos! (*)
Proseguimos viaje. Por el camino llaman mi atención las grandes extensiones de olivos, lo que me hace rememorar tierras muy familiares de Andalucía. He llegado tan lejos para obtener recuerdos tan cercanos. No es la primera vez desde que estoy aquí, que Líbano me recuerda a Andalucía.
Hacemos otra parada. Esta mañana está repleta de sorpresas. Si bien esto provoca un retraso en nuestra llegada a Trípoli, está plenamente justificado. Porque lo que vemos a continuación es el lago de Bnachii. Pequeño pero bonito. Cuando veo los barquitos en el agua pienso en bajar al embarcadero para darnos un voltio en uno. Pero comienzan las dudas de mis compañeros, que si van que si no; en fin, finalmente bajo con Mariví y Álvaro y subimos en un bote con conductor, cuyo paseo nos cuesta al cambio aproximadamente, ¡0.50 euros! ¿Y con este precio tantas dudas?
* Nota del autor: para el despistado lector que no comprenda, léase la entrada "Y nos forramos"
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