Comenzamos el peregrinaje hasta la ciudad de piedra. Algunas tiendas de regalos, algún restaurante, una zona donde los nativos dejan reposar a los caballos, y los servicios, son los primeros lugares que vemos en estos primeros metros de recorrido. Si ya este camino me ha resultado largo, es porque aún no he comprendido la extensión del lugar que nos aprestamos a visitar.
Todo el camino es de piedra y arena, sobre todo arena. Sigo sin asimilar lo que vamos a visitar, lo que de hecho ya estamos viendo. Y pronto comprenderé el consejo que Walid nos dio antes de venir aquí. Que fuéramos directamente al monasterio, puesto que la subida nos dejaría tan cansados, que de no hacerlo así, de entretenernos por el camino viendo otros lugares, posiblemente no nos restaría ni tiempo ni ganas para subir allí arriba.
Superado el primer camino, el de las tiendas iniciales, pasamos a aquel que nos llevará al Siq, a la ciudad propiamente dicha. Por el camino vemos una serie de construcciones excavadas en las rocas, de las que en un principio desconozco sus nombres, aunque imagino que son sobradamente famosas e importantes. Sacamos fotos a todo lo que podemos. Desde luego lo que estoy viendo echa por tierra mi desanimado pensamiento del autobús, de la mañana, sobre lo que me iba a encontrar en este viaje a Petra. Mi sorpresa va in crescendo; cada pocos metros nos encontramos con monumentos que me dejan con la boca abierta.
Las Tumbas Djin (en la foto inferior) y La Tumba de los Obeliscos son los lugares más reconocibles de este camino previo al Siq.
No hay comentarios:
Publicar un comentario