De vuelta a Amman llamaron nuestra atencion varias casas de cierto lujo, en contraste con unos asentamientos de beduinos. Y al llegar a la casa, concitaron nuestra atención, sobre todo a Mariví, como ocurría casi todos los días, los otros huéspedes de la casa. Porque además de los peluches de las habitaciones, y de nosotros mismos, unas tortugas se paseaban alegremente junto al huerto de la casa. Y aunque se mostraban insociables, Mariví ya se encargaba de sacarlas de su escondite, y obligarlas a entablar relaciones sociales.
Tras comer (no a las tortugas precisamente), salimos a dar una vuelta por los alrededores de la ciudad, y en concreto a comprar a unos grandes almacenes que el día anterior habíamos localizado. Nos compramos unos trapitos, a un precio considerablemente barato, y nos fuimos de vuelta a casa. Por el camino hice mi última compra de pasteles para llevar a Bilbao, en la pastelería de un señor checheno que elaboraba unos pasteles de higo, especialidad de su tierra.
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