Madrugamos, y mucho. Tengo sueño, creo. Desayuno poco, algo de lo que hay disponible. Aún arrastro cierta prudencia por los últimos problemas estomacales en Líbano. Aprovecho para ver la casa por fuera, el patio de alrededor, donde además hay una pequeña zona de recreo para los niños. Cada vez me gusta más la casa.
Viene Halil, es el chófer habitual de Walid en Amman. Será nuestro compañero en los próximos días, quien nos llevará a uno u otro lugar, salvo a Petra, para lo que cogeremos un autobús.
Vamos a la estación de autobuses, y esperamos. Pasado un rato aún no ha llegado el que nos llevará a Petra. Parece que es el único que sale hacia allí, o al menos el único que nos merezca la pena coger, dado que el que nos traerá de vuelta, el único, es por la tarde.
Seguimos esperando, tengo sueño, es todavía muy temprano. Por allí no pasa ningún autocar, y de hecho la estación está cerrada, estamos esperando fuera de la misma. Trato de no impacientarme, aunque comienzo a notar, además de sueño, frío.
Ya llevamos bastante rato aquí, no me parece normal que el autobús tarde tanto. Viene alguien a abrir la estación, Ahmad le hace un gesto indicándole que es tarde. Los demás ríen, yo no estoy de humor. Entra en la estación a preguntar. Parece ser que el autobús a Petra no sale desde esta estación sino desde otra. Menuda cagada, el viaje a Petra tendrá que ser otro día, con otro madrugón. ¿Y ahora qué hacemos?
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