Amanece, que no es poco. Nos levantamos, terminamos de preparar el equipaje. Hemos estado muy a gusto en esta casa, también en la de la montaña de los primeros días. Beirut ha sido un lugar acogedor, te echaremos de menos.
Esperamos frente al portal. Ahmad viene con su hermana, quien nos lleva hasta la estación de autobuses. Allí nuestro amigo negocia con varios taxistas un buen precio y coche que nos transporte hasta Damasco, nuestro próximo destino. Es en coche la manera más rápida y segura de viajar hasta allí en esta época. Y subimos a un Chevrolet Trail Blazer, con muy buena pinta, a pesar de tener nombre de franquicia NBA de dudosa capacidad.
La bodeguita del medio, la Corniche, los efectos de la guerra en las calles, la línea verde, la miseria de los refugiados, los dunkin donuts, las ruinas de Baalbek, la exuberante comida en Anjar, el castillo de Biblos, la agradable Saida, su zoco, la conducción por las carreteras libanesas, el pasaporte que no llevábamos encima, las cenas en casa de la familia de Ahmad, las oraciones, las mezquitas, la piedra más grande del mundo, la mirinda, Zahle, las cuevas de Jeita, el calor, Harissa, los lagos, la fea Trípoli, la insolación, la limonada, los bocadillos, la sorpresa de Ahmad, "y nos forramos", vuestra hospitalidad... Líbano, te echaremos de menos.
Li Beirut
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