Hace dieciséis días que llegamos a Amman. Entonces, en aquel aeropuerto donde hicimos escala, tuvimos que ir muy deprisa para poder embarcar en el avión a Beirut, que era nuestro primer destino. Ahora hemos regresado para volver a casa. A nuestra otra casa, puesto que aquí hemos tenido una, o varias incluso, tan acogedoras que me han hecho sentirme como en la mía propia.
Hace poco más de dos semanas veía por primera vez rótulos escritos en árabe. En estos días he tenido tiempo para ver unos cuantos. También para ver pancartas amarillas y verdes que nos han llamado la atención, o garitas con soldados en plena carretera, o un barrio de refugiados palestinos, o edificios construídos en la roca, o comidas que no había oído mencionar antes, o llamadas a la oración pasadas las cuatro de la madrugada... En cualquiera de estos días de vacaciones, he vivido tantas o más experiencias que en meses en Bilbao; y no ha sido sólo uno, sino dieciséis.
Volvemos a este aeropuerto. En la casa nos hemos despedido de Ahmad, ahora lo hacemos de Halil. Volaremos durante algunas horas hasta Madrid, recibiremos de nuevo una comida ligera, trataremos de distraernos con el aparato multimedia que porta cada asiento, tomaremos tierra en Barajas, donde nos separaremos de Carlos, quien tomará otro avión para ir a Barcelona, a prolongar algo más sus vacaciones. Álvaro, Mariví y yo iremos en el coche de un amigo de Walid, quien nos llevará a la estación de autobuses. Y allí cogeremos un autobús de regreso a Bilbao. Será un autocar supra, ésta vez sí, con sandwiches, con bebidas, con azafata. Y a la salida de Madrid veremos cómo esta ciudad está preparando la visita del Papa en los próximos días.
Llegaremos a Bilbao, y notaré un cierto vacío. El que crea la mirada de la realidad.
Despegamos del aeropuerto de Amman. Han sido algo más de dos semanas de muchísimas cosas que contar. Tanto es así que este blog ha resultado especialmente extenso. La sorpresa que cada día nos tenía reservada, la camaradería de mis compañeros de viaje, de Álvaro, Mariví, Carlos, de Ahmad, su padre, sus hijos, Walid y toda su familia. Toda la gente que hemos conocido, todo lo que hemos visto, lo que hemos sentido. Ha merecido mucho la pena este viaje.
Shukran. Halas
Shukran. Halas
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