La cuñada de Ahmad nos ha invitado a cenar en su casa, con su familia. Según entramos nos encontramos un salón espléndido, y contiguo a él, el comedor engalanado con una decoración de buen gusto y toque señorial. Y sobre la mesa pronto empezaremos a ver gran cantidad de platos, cuyos sabores deleitaran nuestros paladares.
En el último día de las vacaciones, en nuestra última cena en aquellos países, tras haber probado toda clase de manjares, tras haber sido honrados con la hospitalidad árabe, tras haber vivido ya esta situación varias veces, aún sigo maravillándome de todo esto. Sin duda echaré de menos todas estas experiencias culinarias.
Tras la comida, los postres, el té, y más postres, nos vamos a dar un paseo por la bulliciosa parte antigua de Amman. Tras la cena, las calles vuelven a recobrar una especial vida. Vemos escaparates, Ahmad y Mariví hacen algunas compras, Carlos bebe en una zumería, y Ahmad me pregunta qué me han parecido estas dos últimas semanas.
Es difícil explicar lo que siento, mientras aún soy parte de este viaje. Supongo que pasado algún tiempo podré hacerlo con mayor profundidad, y dejaré entrever más énfasis en la añoranza. No obstante, le transmito a nuestro amigo, o trato de hacerlo al menos, mi agradecimiento por haber podido vivir tantas experiencias, por haber compartido con nosotros la espiritualidad de esta fiesta musulmana, además de sitios turísticamente muy recomendables. Vine a este viaje sin apenas pretensiones, y me voy recibiendo muchísimo.
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