martes, 2 de agosto de 2011

De rally

Hay que llegar a tiempo. La hermana de Ahmad nos ha invitado a romper el ayuno con ellos, y aún tenemos que ir a la casa de la montaña y desde allí trasladar nuestro equipaje a la casa beirutí donde pasaremos los siguientes días. Es decir, mucho que hacer antes de la hora de la cena.
Hay que llegar a tiempo. También los demás conductores pensarán lo mismo, porque el tráfico es demencial. Ingente cantidad de coches, dice Ahmad que la media en Beirut es de más de uno por habitante, y hay más de un millón de ciudadanos...
Hay que llegar a tiempo, sí, aunque yo preferiría simplemente, llegar. La conducción es increíble. Las carreteras normales (si es que a esas vías prácticamente sin asfaltar se les puede considerar así) disponen de carriles con dos sentidos y medio. Uno de ida, otro de vuelta, y el del medio es el que ocupa quien llega antes para adelantar. No hay líneas, las señales tienen representación muy simbólica, los semáforos están diseminados en lugares recónditos de Beirut, los radares no se conocen, el adelantar se convierte decididamente en un ejercicio de autoestima, de autoafirmación de uno mismo, o una misma si se trata de sexo femenino. Es decir, hay que ser decidido, esa es la única manera de 'atreverse' a meterse en ese carril del medio para adelantar. Si te vas a meter ahí pero no te metes, si piensas en lo que hará el que viene en sentido contrario, o el que circula por detrás; en definitiva, si dudas, la colisión es prácticamente un hecho.

En las autovías hay espacio para tres coches o más en el mismo sentido. Aún así, la velocidad a la que se circula, los adelantamientos de un lado a otro, prácticamente zigzagueando por la carretera, me resultan cuanto menos desquiciantes.
Y eso sin contar a quienes de pronto paran en plena autovía y se desplazan marcha atrás, o a quienes circulan por algún tramo de carretera en sentido contrario, para así adelantar terreno en lugares con gran caos circulatorio. O el motorista que se pasa cientos de metros haciendo el caballito con su moto, circulando a una velocidad de vértigo.
Curiosidades que serán frecuentes en nuestros desplazamientos por las carreteras libanesas. Costumbres a las que dificilmente seré capaz de acostumbrarme.
Hay que llegar a tiempo. No sé cuánto hemos tardado ni a qué velocidad nos ha transportado nuestro amigo el ingenio mecánico de cuatro ruedas. Hemos llegado a salvo y sanos, al menos físicamente.

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