Voy con la maleta y una bolsa de regalos paseando por Licenciado Poza. No quiero ir deprisa, tengo tiempo y además no quiero llegar con sudores a la estación de autobuses.
A pesar de mi parsimonia aún llego antes que Carlos. El autocar es de clase supra, así que según nos han dicho tarda menos en llegar, tendremos sándwich, bebida y periódicos incluidos en el precio. No sé si todo ello nos influirá en el sueño porque la idea inicial es pasarme el viaje a Madrid durmiendo.
Y así es en parte, me paso un buen trayecto durmiendo. Respecto al sándwich, la bebida, el periódico o la azafata a bordo, no vemos nada de nada. Incluso la típica parada en Lerma, propia de los trayectos tradicionales a Madrid, también se produce en este viaje supra, parando allí durante casi media hora. El billete ha resultado más caro y en lo único que se diferencia respecto a otros autocares es en que nos dan auriculares de música y que los asientos son de cuero.
Llegamos a Madrid por la mañana. Aún tenemos unas cuantas horas hasta que nos llegue el tiempo de embarque en el avión. Nos dedicamos a pasear por ahí, llegamos hasta el Parque del Retiro (a veces pienso que todos los caminos conducen allí) y nos adentramos en el mismo. Tras un buen rato de recorrido entre aquellos árboles y de ver estatuas o gente corriendo comienzo a cansarme de cargar con el trolley. Por fin llegamos al lago del parque, ya era hora. Nos sentamos a su vera. Únicamente un piragüista se atreve a despertar las tranquilas aguas de aquel gigantesco estanque. Hemos llegado demasiado pronto para observar la típica actividad que en unas horas podrá apreciar cualquier turista.
Llegamos a Callao, entramos en una chocolatería Valor, tomamos unos chocolates con churros, bien cobrados, y también bien pagados tras tanta paliza callejeando por Madrid. Desde allí contactamos con Álvaro y Mariví, quienes se han alojado muy cerca del lugar. Minutos después quedamos con ellos y casi de inmediato les informamos de que viajando en clase supra no hemos visto ni sándwich, ni bebida, ni periódico, y mucho menos azafata. Aún se lo recordaríamos varias veces más durante los próximos días.
Entramos en el metro de Callao. Vamos hacia el aeropuerto. Comienza nuestro viaje.
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